A su llegada al centro de investigación, las células de Henrietta, apodadas "HeLa" por su nombre y apellido, demostraron ser extraordinarias. Donde otras células morían, las de HeLa se multiplicaban.

El excepcionalismo estadounidense jamás permitiría que esta historia fuese contada, se trata de la historia de Henrietta Lacks. Su vida comenzó en una choza en Roanoke, Virginia, pero lo que su madre, Eliza Lacks Pleasant, no sabía, era que acababa de dar a luz a una prodigiosa de la medicina. Sería décadas más tarde que el código genético de Henrietta probaría lo más asombroso.

Las células HeLa se han utilizado para ayudar en la investigación y crear tratamientos para una innumerable cantidad de enfermedades y fenómenos médicos

En 1950, siendo ya madre de cuatro hijos, Henrietta quedó embarazada de nuevo, pero esta vez, según ella, fue diferente. Su instinto le decía que algo iba mal, pero los que la rodeaban le aseguraban que sólo eran los dolores del embarazo. Sin embargo, tras el nacimiento de su quinto hijo, su malestar continuó.

No fue hasta casi un año después que Henrietta buscó ayuda médica para el dolor abdominal que padecía. En 1951, gracias a la remisión de un médico local, Henrietta ingresó en el Pabellón de Salud Pública del Hospital Johns Hopkins, que era uno de los pocos lugares del país donde los pacientes negros podían ser atendidos gratis y sin ser rechazados.

El Dr. Howard Jones, investigador del Hospital Johns Hopkins, fue uno de los primeros en ver a Henrietta. Descubrió que, efectivamente, tenía un tumor de lo más inusual creciendo en su interior. Por lo que gestionó que las células de este cáncer de cuello de útero se enviaran posteriormente al Centro de Investigación de Cultivos de Tejidos del Hospital Johns Hopkins. En aquella época era habitual obviar el consentimiento de los pacientes -especialmente el de los atendidos en salas públicas- y llevar a cabo la investigación. La muestra del tumor de Henrietta se utilizaba sin que ella lo supiera y, mucho menos, sin su consentimiento. Dicho conocimiento nunca lo llegó a tener porque murió en 1951.

A su llegada al centro de investigación, las células de Henrietta, apodadas «HeLa» por su nombre y apellido, demostraron ser extraordinarias. Donde otras células morían, las de HeLa se multiplicaban. Esto convirtió a las células de Henrietta en la primera línea celular inmortal jamás descubierta, por lo que se pudieron realizar infinidad de pruebas e investigaciones con ellas.

Desde entonces, las células HeLa se han utilizado para ayudar en la investigación y crear tratamientos para una innumerable cantidad de enfermedades y fenómenos médicos; el SIDA, los efectos de la radiación, la vacunación contra el VPH, la erradicación del polio, el mapeo del genoma, etc. No fue hasta 1971 cuando la familia de Lacks fue consciente de la contribución de su madre y décadas antes de que comprendieran el impacto de esta contribución.

Casi parece inapropiado reducir la existencia de Lacks a sus contribuciones a la medicina moderna. Su existencia como mujer de mediados de siglo siendo una mujer negra descendiente de personas esclavizadas, es un testimonio del destino. Cuando las circunstancias del mundo que la rodeaban sugerían que no era nada, un bocado insignificante, su biología demostró lo contrario.